En 1993, tenía 28 años. Habían pasado un par de años desde que había pintado el cuadro que llevé a Cozumel ... ya me había cambiado de casa a un cuarto en azotea en la roma sur. Y tenía las cartulinas restantes ahi, arrumbadas y todo esa superficie blanca me hablaba , me llamaba y me tenía absorto. No es romanticismo, es verdad, en esos días tenía una vída tan vacía, tan absurdamente vacía que necesitaba llenarla de algo. Mi vida en ese entonces era ir a trabajar. Aún hacía teatro, trabajaba en la compañía de la UNAM y seguía bailando , estaba en la escuela del Ballet independiente ... y me quedaba claro que lo que disfrutaba más eran los montajes porque las funciones me aburría terriblemente, estar repitiendo la misma historia la misma danza... y tener que convivir con tanta gente y sus pretensiones; tramoyistas, el director, el de la música, el vestuario... era demasiado para mi, y hasta ridiculo llegue a sentirme,... Ya había pasado por un intento de suicidio... y en verdad necesitaba algo diferente y mejor en mi vida, toda mi época de artes escénicas la pasé tan mal, ten aburrido de todo, tan ensimismado y lleno de medicamentos psiquiátricos que no resolvían nada y que lo único que me provocaban era dormir, dormir y dormir... Así que todo eso que sentía asi, como jugando, comencé a pintar sobre esas cartulinas... Las ideas venían como necesidades de decir y manifestar lo que estaba sintiendo, de forma muy natural.
Al ver las imágenes en estas fotos, no sé bien a bien, qué e lo que estaba sintiendo, supongo que si reviso los diarios, podré encontrar lo que decía con esas imágenes. Una constante sensación de soledad veo, lo mismo siento cuando veo la cantidad de dibujos que hacía entonces. Y no me gusta... En ese tiempo sólo sentía la necesidad de pintar para sacar mis emociones, pero no sabía cómo hacerlo, si bien conocía mucho del arte mexicano, de la escuela mexicana de pintura de muchos artistas que en ese entonces me cautivaba ver sus trabajos... En ese tiempo iba muy seguido a los museos, a las galerías y lo hacía solo, pues no había con quien compartir todo eso. Así que mi vida giraba en torno a las novelas que leía, mis diarios y a lo que tenía en mi caballete improvisado.
Mi caballete era el espejo que tengo de cuerpo completo, le clavé en el marco del espejo unos clavitos, para que pudiese poner la cartulina y se movía tanto que no sé cómo es que pude trabajar ahi, ... pero dentro de todo ese ´principio improvisado... los momentos en que pintaba me sentía tan liberado y tan en comunión conmigo que poco a poco se fue haciendo un hábito. De ese tiempo en adelante, busqué pintar o dibujar todos los días y poco a poco me fuí sintiendo en calma y a sentir la felicidad a través de lo que pintaba.
Así que había descubierto que pintar me ponía de buen humor, me sacaba una sonrisa y era un constante reto para mí, resolver lo que imaginaba para esa cartulinas... hasta soñaba con eso, ... y despertar todos los días mirando mis cuadros, se me hizo costumbre y siendo un espacio tan chico donde vivía... era muy fácil abrir los ojos y toparme con mis cuadros.
Mi espacio de entonces era muy pequeño, ... lo recuerdo con muchísimo cariño, porque ahí crecí y dejé de ser un chico para convertirme en un hombre asumiendo todo lo que comenzaba a experimentar ... y lo siguiente después de haber garabateado mis cartulinas y de haber tachonado tanto... lo que seguía era hacerme un retrato. y comencé a trazar y borrar y trazar y de nuevo borrar, ... y salió este que está abajo, eran trazos sencillos, y sin ningun control.
Por la imagen supongo que me retraté con un abrigo que me había hecho Daniel... Creo que tengo por ahi esta pieza,... debe estar muy maltratada la pobre pues tengo tantos guardado que es imposible tener todo a la vista y más si han pasado tantos años. Todos esos trabajos en cartulina dudo que sobrevivan. El primero de arriba era un retrato de la relación que tuve en ese entonces... se lo regalé a una amiga que recuerdo que lo quería y una vez me contó que lo desprendió (?) no tengo idea de cómo lo hizo, pero me soprendió que en vez de ponerle un marco haya decidido desprenderlo y guardarlo. Primera lección de mi vida... "no regalar, nada" La de los dos hombres de verde se llama "ya mero caes" ese se lo regalé a un amigo muy cercano de entonces, después no nos vimos por 10 años o más y finalmente el murió, pero bueno, eramos muy amigos y se lo regale... así que dudo que ahora que ya murió, hace varios años, sobrevivan esas piezas... y las otras que me quedé... alguna vez hubo humedad en uno de los sitios donde viví y se echaron a perder... se perdieron en la humedad y el olvido. Y sólo sobrevive mi autorretrato con el que gané el premio, que pertenece a una amiga, aunque yo lo tengo en préstamos.
"Mis hijas postizas" simboliza muchas cosas,s representa mucho de mi y me abrió las puertas a un mundo único en donde he podido crecer y encontrar el camino para tener un lugar en la vida, y seguir viviendo en un mundo lleno de papeles, texturas y colores, que equilibran mis estados anímicos.