
El hombre, peregrino de lo Absoluto, tiene necesidad de la belleza, del esplendor y de la gloria de la creación donde se refleja lo pasajero y lo perenne, tanto lo sencillo como lo grandioso.
En la incesante búsqueda de Dios, el hombre acoge en su corazón y en sus manos esos ideales dejando huellas de su encuentro con
Los grandes pintores de la humanidad han dejado las más espléndidas creaciones nacidas de su pincel con la carga, tan humana y a la vez religiosa, de ese sentimiento que lo motivó, resultado de esa búsqueda y reflexión del sentimiento más noble y bello que puede abrigar el alma humana.
El Creador es la fuente de toda luz y belleza, cuyo infinito amor es la inspiración para construir una civilización en la verdad del amor, del cual el arte es un poderoso mediador.
La humanidad, confrontada entre lo inmortal y lo temporal, contempla la eternidad como un momento de plenitud asumiendo todo su pasado y su futuro. Las agendas y los calendarios nos inducen esa verdad absoluta: “somos pasajeros”, no podemos detenernos. Nuestras obras, nuestro testimonio, nuestros amores, debilidades, sufrimientos y creatividad son fugaces, pero sus vestigios quedaran para indicar la ruta por donde transitamos con valor, dejando huellas donde algunos nos seguirán.
La incursión artística de Darío Mijangos en la espiritualidad cristiana, y específicamente en el arte sacro y religioso, es un reflejo de su experiencia, la cual que ha ido enriqueciendo en estos últimos años en su búsqueda sincera, respetuosa, y sin prejuicios preconcebidos, sobre
Adentrándose en el conocimiento del patrimonio cristiano, el acercamiento, que no había tenido el pintor, ha sido el origen de su obra en esta temática que se gesta en el encuentro fecundo entre sus aspiraciones religiosas y la visión estética contemporánea muy particular ejecutada por su pincel.
Copia divina en quien veo
desvanecido al pincel,
deber que ha llegado él
donde no pudo el deseo:
alto, soberano empleo
de más que humano talento;
exenta de atrevimiento,
pues tu beldad increíble
como excede a lo posible,
no la alza el pensamiento.
¿Que pincel tan soberano
fue acopiarte suficiente?
¿Qué numen movió la mente?
¿Qué virtud rigió la mano?
No se alabe el arte vano
Que te formo peregrino;
pues en tu beldad convino
para formar un portento,
fuese humano el instrumento
pero el impulso. divino.
Al tocar con su juguetona gama de colores a Jesucristo, que para la sensibilidad de hoy es de miradas que suscitan polémica, por lo agresivo y sereno de sus ojos destellantes y encendidos, causado y provocado por el dolor de la cruz, acentuando una admiración por su “santa humanidad” de perfectas líneas y cuerpo bien cuidado y sensual como atrayente, hacen que podamos tocarlo sin ser solamente humano ni divino, convirtiéndose en un piropo a la corporeidad anatómica, envidia de muchos provocada por el comercio deshumanizado del entorno mediático.
El santo más recurrente es sin duda alguna el Pobrecillo de Asís, lo manifiesta con una pose de abandono y fragilidad, digna de admirar el ideal del evangelio que fue capaz de trasformar la vida del pobrecillo y enamorado del Crucificado.
En el periodo colonial los grandes y bellos oleos de monjas fueron ejecutados en su mayoría para los conventos femeninos. Para los novo hispanos y deudos que habían perdido para siempre a sus hijas encerradas en los conventos y viviendo los ideales del seguimiento de Jesús, la pobreza obediencia y castidad de sus muros, eran una catequesis y alabanza que con su vida ellas dejaron para recordar a las futuras monjas de las diferentes ordenes ya dominicas, Jerónimas, clarisas, carmelitas, etc., lo que estas mujeres fueron capaces por ese ideal de vida que abrazaron, las obras de amor y piedad, de entrega al “amado Esposo” que dejaron sus antecesoras heredando una profunda huella en el ejercicio de las virtudes teologales, de una fe sin titubeos, de una esperanza confiada y una caridad solicita como audaz.
a toda las hermosuras!
sin herir dolor hacéis
y sin dolor deshacéis
el amor de las criaturas.
tenderlo combina la religiosidad indígena con la cristiana, esta amalgama muy nuestra, muy criolla y mexicana, dibuja esa unión y enriquecimiento de dos maneras de adorar a Dios: a lo mexicano. Es su primera obra en esta temática.
Diócesis de San Cristóbal de las Casas.Chiapas, México.
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